Tiranía, tragedia y travesura,
las tres en una,
conocerla fue la macana más linda de
todas,
hoy me arrepiento con una sonrisa:
gran comerciante de humo, mejor
actriz,
la emperatriz me tuvo rendido a sus
pies,
entregando en modesta ofrenda aquello
tan necesario para la vida.
No olvido los días que me regalo a su
lado,
el privilegio de su compañía,
la ferocidad intrépida de sus
colmillos,
las invitaciones, la apertura, la
excitación,
campanadas en el pecho con tan sólo una
mirada
y el tintineo de sus alhajas
acercándose en la oscuridad:
brazos constrictores, piernas de
fuego,
refugio, bálsamo y condena,
inoculándome placeres que después me
negaría.
Trueno sin relámpago, desestabilidad,
el interés de la emperatriz muda inmediatamente
hacia otro títere
y la vida sigue aunque otro se adueñe
de nuestra voluntad.
Insatisfecha en su apetencia,
ella gime, se agita, se lamenta,
la guillotina trabaja sin descansar,
la primavera que no quiere terminarse
empujando la cima cada vez más alto,
golpe tras golpe de suerte,
sucediéndose a sí misma donde sólo
campeonan las veteranas,
caprichosamente determinada a vivir el
momento.
El descenso fue tan vulgar como
sorpresivo,
insistió en esclavizarse a los antojos
de un susodicho,
venerando su existencia hasta
consagrarlo en una deidad,
imitando el ejemplo de aquellos que
despreciaba,
experimentando abandono sin aprender
lección alguna,
caballo desensillado, galope trunco,
¿Dónde quedó tu sequito, emperatriz?
Seguramente ellos sepan dónde escondieron
tu sonrisa.
Destronada, ríe como preámbulo a un
llanto ahogado,
las lagrimas se llevan el rímel hasta la
pera,
caen sobre las baldosas juntos a pies
desnudos de uñas esmaltadas que ya no componen más fantasías.
Corre la voz más rápido que la luz:
¡La emperatriz ha caído en desgracia, regocíjense
los verdugos,
le han rebajado el precio y hoy camina
entre los mortales!
Aunque el suelo esté cerca hoy
no es el final para nuestra
consentida,
ella nació para gobernar,
sus rodillas pronto se aburrirán de la
suplica
y buscará palaciegos que le auxilien
su patrocinio,
tanteará picaportes hasta que uno
ceda,
permanecerá exultante a pesar de todo
(a pesar de las derrotas, de las
humillaciones, de las repatriaciones),
la derrota sólo parece destacar su
belleza.
¡Aléjense de las ventanas, cúbranse
las orejas,
ella golpeará sus puertas, ella pedirá
sus nombres!
El canto de sirena sólo tiende a
mejorar.